Narciso Henríquez.
Molinos El Guanche
Antonio Salazar
Molinos el Guanche es una
empresa originaria de la Isla de la Palma que fue fundada en 1968. Es
tal su raigambre que en la Isla Bonita se la conoce sencillamente
como el 'molino de gofio', una de esas conquistas empresariales muy
meritorias cuando, haciendo bien las cosas, consiguen que la
actividad sea identificada con un operador que satisface necesidades.
Hace tiempo que traspasó fronteras y ese es el objeto de nuestro
encuentro digital, pues en próximas publicaciones iremos conociendo
a empresas y empresarios que han decidido invertir en el exterior,
observar qué dificultades comparativas encuentran y entender un poco
mejor aquellas cuestiones que nos ayudarían a mejorar el
emprendimiento en nuestra comunidad.
Molinos El Guanche está
en su segunda generación por más que su fundador, Narciso
Henríquez, sigue tomando las decisiones estratégicas que le han
permitido llegar hasta aquí y que, observa, harán posible alcanzar
la cuarta generación, una de las ilusiones que mantiene.
Pregunta: Ustedes
decidieron en 1983 que debían salir de La Palma, buscar mercados
fuera de la isla., primero en el Archipiélago y luego en el
exterior.. ¿Qué les lleva entonces a tomar esa decisión?
Respuesta:
Disponíamos de una infraestructura y capacidad de producción
superior a lo que demandaba un mercado local de 80 mil habitantes.
Pensamos que debíamos aumentar nuestro mercado para no infrautilizar
la fábrica, consiguiendo disminuir los costes de producción.
Miramos para el resto de las Islas, nuestro mercado natural, y tras
observar la competencia -que era mucha pues en casi cada municipio
había un molino-, encontramos un nicho de mercado ofreciendo un
producto totalmente diferenciado en cuanto a sabor, textura y
componentes que encajaba perfectamente en nuestra línea de
producción. Por aquel tiempo, en la provincia de Las Palmas de Gran
Canaria se fabricaba solamente gofio de millo, por lo que nuestra
gran oportunidad fue poder ofrecer a las amas de casa nuestro gofio
de trigo. Como no existía ese producto, no tuvimos competencia y el
ser pioneros nos permitió obtener una importante renta de
posicionamiento que se ha mantenido en el tiempo
P: El gofio ha sido un
producto que ha matado mucha hambre, asociado a tiempos complejos al
que quizás no hemos tratado con justicia. En cuanto fuimos
adquiriendo algo de poder adquisitivo, lo desterramos de nuestra
dieta. Sin embargo, con la dureza de la actual situación, ¿cómo se
está comportando?
R: La crisis no ha
repercutido en el consumo del gofio; según entendemos nosotros, el
consumo de un producto depende de muchos factores, pero sobre todo
del conocimiento que se tenga del mismo. En el caso de nuestro gofio,
es cierto que se pasó de un hábito por necesidad, ya que el
campesino disponía de la materia prima para su fabricación, a una
generación de gran oferta de productos y grandes campañas de
publicidad que nos inducían a abandonar nuestros hábitos de
alimentación e imitar países más prósperos que nosotros, en el
convencimiento de que si ellos eran grandes consumidores sería en
base a un mejor producto que el nuestro. Nos iniciaron en el consumo
de los mal llamados cereales para el desayuno. Digo mal llamados
porque si miramos su composición en la mayoría de los casos son
productos complejos que lo que menos tienen son cereales, pero sí
una gran dosis de aditivos, conservantes, colorantes y todo ello con
formas atractivas para que el niño se sienta inducido a demandar su
compra. Hoy en día contamos con una generación bien formada y que
mira cada vez más, no solo la composición de un producto, sino como
ha sido producido y donde ha sido cultivado. Todo ello se nota,
nosotros lo notamos, con una lenta pero imparable recuperación de la
demanda del gofio
P: En 1992 toca mirar
hacia el exterior, en concreto hacia África. ¿Por qué?
R: Ya estábamos
consolidados en el mercado canario y es lógico que buscásemos
ampliar nuestro mercado. Empezamos a estudiar opciones y la de África
tenía una componente lógica pues sumábamos la naturaleza de
nuestros productos como su carencia de alimentos saludables. Nos
instalamos en Senegal en 2001 por dos razones fundamentales, por
proximidad y por estabilidad política. Iniciamos nuestra andadura
con la creación de una sociedad (Palmasen) y un estudio riguroso de
mercado que nos definía el producto que mejor cuadraba con su
población. Para nuestro éxito fue clave, sin duda, saber renunciar
en aquel momento a nuestra marca, nuestro logo y nuestra forma de
consumo para encauzar el producto a la demanda del lugar. En 1995 ya
habíamos accedido a varias licitaciones y concursos de ayuda
humanitaria de la Unión Europea, destinados a países como
Mauritania y Argelia, con lo que empezamos a saber exportar, algo que
seguimos haciendo hoy en día a países como Alemania, Italia o Reino
Unido, donde hay consumo de gofio
P: En Senegal tienen por
tanto ese primer establecimiento. Ese país siempre se vio como la
puerta de entrada hacia otros mercados de países miembros de la
UEMOA (Unión Económica y Monetaria del África Occidental) que
comparten la moneda (CFA) y un idioma más o menos común con todos
los matices que cabe hacer (francés). ¿Fue también su caso?
R: Hoy nuestros productos
se pueden comprar en todo el país y en algunos puntos de Guinea y
Gambia. Para hacerlo, hubimos de aumentar nuestra estructura de
distribución, por lo que creamos otra sociedad en Thies (Palmathies)
siendo esta población un buen nudo de comunicaciones de carretera y
tren para el centro de Senegal y los países del entorno. Así mismo
y con el fin de disminuir los costes de establecimiento y personal,
creamos otra empresa agrícola dedicada a la producción de mangos
(Sagritas). En este momento contamos allí con 12 trabajadores, dos
gerentes que supervisamos desde aquí pero dependiendo de las
necesidades viajamos a la zona, aunque nunca superamos dos meses sin
desplazarnos hasta allí. Nos gusta estar encima del negocio
P: Hablamos mucho en
España de lo complejo que resulta abrir una empresa aquí. Un
laberinto burocrático que imposibilita u obstaculiza el
emprendimiento. Según su experiencia, ¿fuera es más sencillo?
R: Montar una empresa es
siempre muy complicado, lo mismo en España que fuera de aquí. Para
una pequeña empresa, implantarse en el exterior es muy gravoso,
sobre todo si careces de una formación en idiomas, desconoces el
mercado, las costumbres y forma de ser del nativo. Por eso resaltaba
nuestra cualidad, no haber mantenido un sistema rígido en Senegal,
replicando nuestro modelo de La Palma. En el mundo comercial, hoy en
día, hay que tener respuestas rápidas y acertadas pero si no se
cuenta con el conocimiento de un idioma y no se conoce a fondo el
mercado es muy complicado acertar.
Según los datos de Doing
Business, el informe del Banco Mundial para 2013, Senegal ocupa el
puesto 166 perdiendo 4 con respecto al año anterior. Sus peores
registros los obtiene a la hora de conseguir contratar energía
(180), pero no sale bien parado en la protección a los inversores
(169), registro de propiedades (173), impuestos (178) o el
cumplimiento de los contratos (148)
P: La actual situación
de crisis les hace perder confianza en el futuro más inmediato.
¿Avizoran problemas en el corto o medio plazo?
R: Molinos el Guanche es
una empresa familiar saneada, que dedica casi el 40% de su producción
a exportación y una empresa que crece, pero que como todas las
empresas familiares tiene ante sí uno de los mayores retos en la
continuidad y el convencimiento de la generación de relevo; que la
única manera posible para desarrollar un actividad es el sacrificio
personal, la continuidad en el trabajo y la fabricación del mejor
producto posible. En nuestro caso, uno de nuestros hijos lleva desde
los 14 años conociendo la empresa en el día a día, con la ilusión
de cualquier empresario y nuestro producto es demandado por lo cual
tengo el convencimiento de que Molinos El Guanche superará algún
día la cuarta generación.
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